Los nuevos estudios laborales que revolucionaron el conocimiento de lo laboral en América Latina en los últimos veinte años, necesita de una profunda renovación, so pena de quedar condenados a la obviedad en sus investigaciones y a ser rebasados por otras perspectivas. Hay varios peligros de los que la corriente tendría que precaverse.
1. El mercantilismo en la investigación. Éste es un peligro que asecha hasta los más exitosos líderes de la corriente, porque al ver sus investigaciones como un negocio pueden acomodar sus hipótesis y hasta sus verificaciones de acuerdo con el cliente. Los clientes son principalmente oficinas gubernamentales, de organismos internacionales, de fundaciones y en menor medida de sindicatos, empresas y organizaciones empresariales. La conjunción entre gobiernos y organismos internacionales representan la principal acechanza mercantilista para la corriente y son estos actores los más interesados en demostrar una visión optimista del modelo económico y productivo neoliberal. La otra mercantilización proviene de las universidades de países desarrollados que invitan a seminarios y, aunque sólo paguen transporte y viáticos, al asegurar una publicación internacional ponen un incentivo importante como para adecuar muchas veces las hipótesis a aquellas que se manejan entre los anfitriones, que pueden tener simpatías neoliberales evidentes.
2. La jaula de hierro del neoinstitucionalismo. El neoinstitucionalismo, tan caro a las nuevas versiones neoschumpeterianas, regulacionistas y del gobierno industrial, debería ser considerado como una forma de estructuralismo, que debate con la teoría neoclásica pero adopta a veces su concepción de hombre racional -como la sociología económica norteamericana que cree superar las limitaciones neoclásicas incorporando el concepto de red social pero conservando al hombre racional en la toma de decisiones-. La opción estaría en la incorporación del sujeto que no sólo interacciona sino tambi én que interpreta su realidad, construye sus decisiones a través de un proceso de dar sentido que moviliza cogniciones, valores, sentimientos, estética y formas de razonamiento lógico formales junto a otros de carácter cotidiano.
3. La pobreza epistemológica y metodológica. La nueva discusión en las grandes teorías -es falsa la afirmación postmoderna de que se llegó al fin de los grandes relatos, los hay y renovados- se complementa con una reivindicación intensa de lo cualitativo y de los procesos de construcción teórica en lugar de la verificación de hipótesis. Esta discusión fundamental pasó de noche a la corriente y en su confrontación con los estudios sociodemográficos y de mercados de trabajo está quedando presa de la simplificación de estas corrientes de los problemas metodológicos de fondo, que quedan reducidos a la representatividad de los datos y al uso de técnicas matemáticas de asociación de variables o modelos más sofisticados.
4. El liquidacionismo de las tesis del fin del trabajo. Estas tesis fueron acuñadas para el capitalismo más desarrollado, el de las tecnologías de punta, sin embargo en América Latina han sido a veces adoptadas a partir de ejemplos de empresas muy modernas, pero como sería imposible demostrar que éstas representan a la mayoría, el fin del trabajo queda para un supuesto futuro o bien en una adaptación del fin del trabajo por precariedad de las ocupaciones, por desindustrialización, por quiebra más qué por substitución y la extensión de servicios precarios más que de modernos. Es decir, la falta de trabajo por crisis del modelo económico se asimila al fin del trabajo estructural de las tesis de los países desarrollados.
En otras palabras, el no trabajo postmoderno, por realización en el consumo o por reivindicación del ocio es algo ajeno a las mayorías latinoamericanas, en todo caso queda reducido a una capa muy limitada de yuppies. El no trabajo por pérdida de empleos en la industria y en el sector formal es más bien la extensión de ocupaciones precarias, con altas jornadas de trabajo. Además de que sus sostenedores no se han tomado la molestia de confrontar los datos con sus supuestos: en los años noventa la ocupación en el sector industrial en Asia desarrollada y subdesarrollada, en África, en Europa del Este, y en un parte de América Latina se incrementó. Las manufacturas se han trasladado hacia el tercer mundo, no por igual, América Latina se ha visto afectada en forma muy diferente según el país, México y Argentina son dos casos muy dispares. En cambio este empleo decreció fuertemente en esa década en Europa Occidental y los países sajones y la mitad de América Latina. A pesar de todo, en Europa, en Asia y en América Latina en promedio el empleo asalariado sigue siendo la mayoría de la población ocupada.
El trabajo, sea asalariado o no es parte importante de la vida de las personas y vale la pena estudiarlo. Una cuestión diferente es si la sociedad y las identidades se articulan y se constituyen en torno del trabajo. Habría que aclarar que no necesariamente el estudio del trabajo tiene que ir dirigido al análisis de las identidades, el trabajo importa como medio de vida, cuáles son las remuneraciones, los salarios, etc. El trabajo importa desde el punto de vista económico, por ejemplo para las políticas del tipo de las del Banco Mundial habría que controlar los salarios para que no aumentara la inflación. El trabajo importa a las compañías en tanto costos laborales y en cuanto a lograr la identidad con la empresa. El trabajo sin duda importa a los sindicatos porque sin trabajadores no existirían. El trabajo interesa a los trabajadores porque de él viven la mayoría que no son ni patrón ni rentista, porque ocupa y sigue ocupando una parte muy extensa de su tiempo de vida y en esa medida importa que ese trabajo sea más creativo, menos subordinado. Y en estas consideraciones no estamos diferenciando en el fondo el trabajo asalariado del que no lo es. Las categorías de análisis pueden ser diferentes, según los tipos de trabajo, pero su importancia no puede negarse excepto para una minoría de la población. Si las identidades se constituyen en torno del trabajo, la afirmación negativa es tan dogmática como la positiva. Se supone que en el taylorismo-fordismo sí lo era y se supone que hoy no. La constitución de identidades es un problema complejo, en el que intervienen los diferentes espacios de relaciones sociales en los que participan los hombres, estos pueden ser diferentes y de eficacia variable dependiendo del tipo de trabajador, del tiempo y del espacio. En la constitución de identidades, salvo que se plantee una posición estructuralista, las subestructuras de los mundos de vida no se traducen mecánicamente en ciertas identidades, más bien estas subestructuras y sus presiones pasan por el proceso de dar sentido que se traduce o no en acciones y éstas pueden retroalimentarse sobre las propias estructuras y maneras de ver aquel mundo. En esta medida no hay determinismo, ni el mundo del trabajo, ni el del consumo, ni el de la familia tienen que ser para todos, en todo tiempo y espacio, lo más importante en esta constitución, las identidades pueden remodelarse a través de eventos extraordinarios que rompan estructuras subjetivas, además de que éstas no son completamente coherentes y pueden emerger en situaciones no cotidianas estratos fosilizados de las culturas populares. En esta medida, el problema de cuál espacio de existencia es más determinante para la constitución de identidades debe abrirse y plantearse para cuál agrupamiento, cuándo y en qué espacio y en qué circunstancias, es decir, debe quedar abierto para investigarse en la coyuntura concreta.